Si lo pensáis, el mejor disfraz de la noche, el que ha aparecido en todos los medios y el que todo el mundo recordará, no era exactamente un disfraz. ¡Era un cambio de imagen! La misma Heidi Klum con apariencia de mujer mayor: arrugada, encorbada, encojida, delicada… una imagen completamente distinta a la que nos tiene acostumbrados.
¿Os imagináis si, en lugar de ir a la fiesta de Halloween, Klum se hubiera paseado así por el supermercado o por un centro comercial? Seguramente, la gente le hubiera tratado de una forma concreta, muy diferente a la habitual, en respuesta a la imagen que proyecta.
La apariencia personal y la primera impresión ayudan a los demás a extraer conclusiones, y podemos modificarla para influir positivamente en ellos. Es como ponerse un “disfraz” que se ajusta a nuestro modo de vida, y no al revés.
La Heidi Klum “modelo” y la Heidi Klum “anciana” son la misma persona haciendo gala del poder de la imagen para transformarnos y construir dos personalidades radicalmente distintas. Impresionante, ¿verdad?